El hada de los dientes

Había una vez, en un lejano pueblo de una lejana ciudad, una pequeña hada que pasaba todas sus tardes aburrida sin tener nada que hacer. Ella veía que sus hermanas hadas ya tenían una meta en la vida bien definida, mientras que ella no sabía para que era buena.

En el pueblo de hadas todas tenían una tarea definida, había quien se dedicaba a buscar niños y cumplir sus deseos, había hadas madrinas, hadas que se dedicaban a su hogar, e incluso hadas que buscaban comida y ropa para sus hermanas. Pero ella no podía definirse en lo que quería hacer.

Un día, mientras viajaba al pueblo más cercano, vio por una ventana una situación un tanto peculiar. Un niño tenía en sus manos un pequeño diente que parecía habérsele caído.

El hada, al ver ese pequeño diente blanco brillante, descubrió su gran gusto y fascinación por ellos, pero no sabía como pedírselo al niño, ya que ellas tenían prohibido mostrarse a los demás.

Sin que el niño lo notara, ella se acercó a su oído y le susurro -Ponlo debajo de tu almohada antes de dormir, y un regalo vas a recibir. -Con toda la esperanza de que el pequeño le hiciera caso, se oculto bajo su cama y esperó hasta que oscureciera y fuera hora de dormir.

Tal cual se lo susurró el hada, el pequeño niño puso su diente debajo de su almohada y se quedó dormido. Fue entonces cuando el hada salió de su escondite y pudo sacar el diente. Pero no sabía como recompensar al niño, así que buscando entre sus bolsas, encontró un par de monedas y fue lo único que le pudo dejar como intercambio.

La mañana siguiente, cuando el niño revisó debajo de su almohada, encontró un par de monedas y salió corriendo a contarles a sus hermanitos, y ellos a su vez, a sus amigos. Tanto así, que casi todos los niños del pueblo dejaban sus dientes bajo su almohada cuando se les caían. Y siempre al despertar encontraban un par de monedas en lugar de sus dientes.

El hada comenzó a hacer una gran colección con todos los dientes que recolectaba, descubriendo así, cual era su meta y su pasión en la vida. Fue así como esa pequeña hada, que en un inicio no sabía que hacer, se convirtió en la maravillosa hada de los dientes.